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La velocidad en el desarrollo de producto en la era de la IA
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La velocidad en el desarrollo de producto en la era de la IA

Qué cambia en discovery, prototipado y validación cuando puedes generar mockups, tests y hasta PRDs con LLMs

¿Más rápido siempre significa mejor?

Durante años, en los equipos de producto hemos perseguido la velocidad como una virtud en sí misma. La velocidad como símbolo de agilidad, de foco, de ejecución. “Entrega rápido, aprende rápido”.

Pero de repente, la IA generativa ha cambiado el significado de esa palabra.

Ahora, “entregar rápido” puede significar algo radicalmente distinto: escribir un prompt, y en segundos tener un PRD, un wireframe o un test de usuario.

El cuello de botella ya no está en producir, sino en pensar. Y eso lo cambia todo.


1. Discovery: cuando entender lleva más tiempo que preguntar

Antes, el discovery era una carrera de resistencia. Recolectar datos, hacer entrevistas, sintetizar aprendizajes. El reto era procesar.

Hoy, un modelo puede leer cien entrevistas en diez segundos y devolverte un mapa de insights perfectamente redactado.

Y sin embargo, lo que no puede hacer es distinguir lo que es importante de lo que solo suena bien.

Ahí nace la paradoja: la IA te ahorra tiempo analizando, pero te obliga a invertir más tiempo en formular las preguntas correctas.

Cuando todo puede responderse en segundos, el verdadero trabajo es decidir qué merece la pena preguntar.

Un ejemplo sencillo: imagina que analizas feedback de clientes que abandonan el carrito.

El LLM te dirá que “la mayoría abandonan por los gastos de envío o la fricción en el pago”.

Perfecto, pero eso no es nuevo. El descubrimiento empieza cuando preguntas por qué ese problema sigue existiendo pese a que todos lo conocen.

Esa pregunta —más que la síntesis automática— es la que lleva al aprendizaje real.

La IA convierte el discovery en un proceso más rápido, sí, pero también más frágil: puedes moverte a toda velocidad… en la dirección equivocada.

Por eso, el valor está en la curiosidad bien dirigida, no en la rapidez de los análisis.


2. Prototipado: del arte de diseñar al arte de editar

Diseñar ya no es dibujar, es conversar.

Hoy puedes pedirle a un modelo: “hazme una app para comparar planes de energía con un tono confiable y claro” y tendrás un mockup convincente en segundos.

Pero esa facilidad tiene un efecto sutil: cuando el coste de producir baja a cero, sube el riesgo de conformarse con lo primero que parece “suficiente”.

El prototipado ya no sirve para construir algo que no existe, sino para pensar con las manos.

La diferencia es que antes necesitabas un diseñador para hacerlo tangible, y ahora puedes hacerlo tú mismo, pero la calidad del resultado depende de tu criterio.

La IA te da velocidad, pero no te da gusto, ni conocimiento del contexto, ni sensibilidad por los matices.

El diseñador del futuro —y el product manager también— tendrá que dominar algo que hasta ahora no se enseñaba: saber editar.

No generar más, sino discernir mejor.

Porque cuando todo el mundo puede producir, la ventaja pasa a estar en saber qué descartar.


3. Validación: más datos, menos comprensión

La IA también promete revolucionar la validación: puedes crear tests automáticos, sintetizar feedback y hasta simular usuarios reales.

Y sin embargo, nada de eso sustituye el contacto con la realidad.

Cuando validas con datos generados, lo que obtienes es una coherencia estadística, no una señal humana.

El peligro es validar una ilusión: una hipótesis que parece sólida porque los datos la confirman… pero que no ha pasado por la prueba del comportamiento real.

Por eso, en esta era, la validación debería ser menos sobre cantidad de tests y más sobre calidad del aprendizaje.

Un buen test no es el que se ejecuta rápido, sino el que te obliga a cambiar de opinión.

Un ejemplo: lanzar una nueva experiencia de checkout y ver un +2% en conversión puede parecer éxito.

Pero si al mes bajan los pedidos recurrentes, o suben las incidencias, el experimento rápido solo te ha enseñado a optimizar un síntoma.

La IA te acelera el corto plazo; el criterio es el que protege el largo.


4. El dilema del ritmo

La velocidad ha sido siempre una ventaja competitiva, pero en la era de la IA deja de ser un diferencial: es una commodity.

Todos pueden moverse rápido. Lo difícil es saber cuándo no hacerlo.

La pregunta clave ya no es “¿cómo vamos más rápido?”, sino “¿cuál es el ritmo adecuado para aprender sin romper lo importante?”.

El discovery, el prototipado y la validación son ahora más cortos, más iterativos, más baratos.

Pero si los haces sin pausa para pensar, solo habrás cambiado tiempo por superficialidad.

La IA nos enfrenta a un tipo distinto de presión: no la de hacer más, sino la de decidir mejor qué merece la pena hacer.

Y eso requiere algo que ningún modelo puede generar: criterio colectivo.


5. De la eficiencia al sentido

La eficiencia siempre ha sido el lenguaje del producto. Menos fricción, menos coste, menos ciclos.

Pero la IA lleva la eficiencia a un nivel tan alto que amenaza con vaciarla de propósito.

¿De qué sirve ser ultrarrápido, si no tienes claro hacia dónde te diriges?

Los equipos que mejor usen la IA no serán los que generen más entregables, sino los que logren aprender con intención.

Acelerar para explorar, no para cerrar. Prototipar para pensar, no para justificar. Validar para entender, no para confirmar.

La IA no hace que el oficio de producto desaparezca. Lo vuelve más filosófico.

Nos obliga a preguntarnos qué significa realmente “hacer progreso” cuando cualquier cosa puede producirse en segundos.


6. En resumen

  • La IA acelera el ciclo de entrega, pero el límite real está en nuestra capacidad de aprender.

  • Discovery se convierte en el arte de preguntar bien.

  • Prototipado se transforma en el arte de editar y tener criterio.

  • Validación exige más humildad que nunca: no todo lo que parece funcionar, funciona de verdad.

  • Y la velocidad deja de ser el fin: pasa a ser una herramienta al servicio del sentido.

Porque en el fondo, construir producto siempre fue una conversación entre lo que el negocio puede, lo que el usuario necesita y lo que el equipo entiende.

La IA solo hace que esa conversación ocurra más rápido.

Pero el valor sigue estando, como siempre, en lo que decidimos escuchar.

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